Tiempos anfibios para volar

El miércoles 29 de marzo fui al Luna Park a ver el espectáculo que el Cirque du Soleil hizo sobre Soda Stéreo. Obviamente, en la previa se revelaba como una experiencia bastante particular. Se trata del primer tipo de espectáculo de esta índole donde la temática está direccionada hacia el público latino, especialmente para nosotros los argentinos y más aún, los fans de Soda.


Fue en 2013 cuando Daniel Kon (manager de la banda), Diego Sáenz y Roberto Costa (ambos de Pop Art) se propusieron concretar este espectáculo. Salían de ver el que se hizo en torno a Michael Jackson y esbozaron una idea similar respecto a la banda argentina. Tras la aprobación de Zeta y Charly (quienes se involucraron bastante en el proyecto, sobre todo en lo musical), se fue a fondo. Pero recién en 2015, luego de arduas negociaciones y estudios de viabilidad por parte de la compañía francesa (que dieron un resultado altamente positivo), se pudo firmar. Dicen que en un momento las autoridades reunieron a su staff latino y les mencionaron dos palabras para medir su reacción. Luego que los labios de uno de los ejecutivos soltaran un "Soda Stéreo" y la euforia se desatara entre los empleados, las dudas se desvanecieron definitivamente.



El show cuenta con artistas de dieciocho nacionalidades y solamente tres son argentinos. Es una actividad interesante "jugar" a descubrir quien podría ser de acá y quien no. En muchos de los casos se nota un apasionamiento absoluto por la música que suena a punto tal que se descuenta una familiaridad con ella. No caben dudas que el equipo (con treinta y cinco personas en escena y cuarenta y tres fuera de ella) hizo propias las canciones.


Pese a que el adelanto de las canciones vía Spotify podía quitarle sorpresa al desarrollo, nada de eso ocurrió. La música (todas reversiones y mash-up) va sorprendiendo de la mano de las coreografías y las interacciones, así como (si estás en el campo) acompaña los movimientos que el espectador debe realizar en su doble función de público y "parte del show". Show que se inicia con un muchacho encerrado llamado L’Assoiffé (El Sediento) que según Michel Laprise (director) viene a simbolizar cierta opresión. Podría leerse eso como el final de la dictadura militar, época en la que Soda veía la luz con su primer disco (1984), aunque luego la temática pierde linealidad y no hay una idea fija. El canadiense vino a ver la tumba de Gustavo Cerati y pidió expresamente conocer la habitación donde pasó su infancia y adolescencia. Ahí linkeó con el gusto del cantante por la ciencia ficción y los componentes cósmicos (reflejados claramente en parte de su obra). De a poco el espectador se mete en ese universo circular donde se suceden los himnos que todos conocemos y se apela a la emotividad. Son distintas secuencias, no siempre ligadas entre sí, pero muy precisas, acordes a la melodía. Es una idea creada para conectar a los fans con la banda que los hizo vibrar. Y por supuesto, se vibra.


Difícil precisar el golpe de efecto más notable. Hacia el final, se suceden largas ovaciones ante cada miembro del equipo, haciendo imposible delimitar preferidos. Sería imprudente también narrarlos en esta reseña habiendo tantos que aún no pudieron  verlo. No falta, eso sí, el cierre obvio pero infaltable con "De música ligera". Viene a recordarnos que de la banda que marcó nuestras vidas nada nos libra, pero contrario a lo escrito por Gustavo, todavía mucho nos queda.

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