Siempre bailando

Por quinta vez desde su formación, los muchachos de Franz Ferdinand vinieron por estas tierras. En tiempos de crisis y ajuste, les tocó ir a un escenario más chico que las anteriores. Nada de eso mermó sus energías.


Empezaron media hora más tarde (se los vio ingresar a las corridas tan sólo segundos antes del horario pautado). Sin embargo, ese aparente caos contrastó con la precisión y prolijidad con la que se desempeñaron.

En los 100 minutos de show le hicieron honor al nombre de su más reciente album ("Always Ascending") y no cesaron en su meteórico ascenso. Fueron 18 canciones que permitieron ratificar lo que la banda fue en la primer década de este siglo pero también lo que todavía pueden dar.



Y si hablamos del pasado marcando un contraste, bien vale separar esta nueva etapa en la que multiinstrumentista Nick Mc Carthy ya no es parte de la agrupación. En su lugar, ingresó primero Julian Corrie (también conocido como "Miaoux Miaoux"), un ascendente músico inglés que llegó para ocupar los teclados. Luego lo hizo Dino Bardot, que tomó posesión de la guitarra el año pasado, apenas después de finalizada la grabación del disco. Junto a la estabilidad de Bob Hardy en el bajo y la eficiencia de Paul Thompson, formaron el respaldo necesario para liberar en la conducción al siempre galante Alex Kapranos.



Arrancaron con las dos primeras de la última placa y luego arremetieron con cuatro hitazos como "Do You Want To", "Walk Away", "No You Girls" y "The Dark Of The Matinee". Para bajar un cambio, mecharon con "Paper Cages" (menos intensa y famosa que las anteriores), pero no duró mucho. La aparición de la embriagadora "Glimpse of Love" puso a todos en un trance rítmico y melancólico. El cantante amplificó su habitual histrionismo y obtuvo un merecido eco de los asistentes.



Le siguieron "Outsiders" (ya no con los cuatro miembros haciendo percusión al frente del escenario) y "Michael". La llegada de "Finally" mantuvo el pulso pero permitió un breve descanso para los no tan fanáticos.



Muy celebrada resultó "Darts of Pleasure", que dio paso a otro mini set de hits. Antes de eso subió un fan, quien invitado por el cantante tocó la guitarra y vociferó las frases en alemán del cierre. La inoxidable "Take Me Out", la narcótica "Ulysses" y la explosiva "The Fallen" le siguieron y marcaron la primer conclusión del show. 



Sin mediar mucho preámbulo, volvieron a la brevedad y bolichearon con "Feel The Love Go". "Love Illumination" calentó los motores y dio paso a "This Fire". Kapranos ensayó una especie de pogo pidiéndole a la gente que se agache lo más posible antes de dar paso a la explosíón. El efecto deseado se cumplió a la perfección gracias a una obediente y apasionada audiencia. 



Así llegó el final. Pese a que la duración podía leerse como escasa, no se vieron caras insatisfechas al encenderse las luces. Contrastando con el lúgubre espíritu de la noche dominical, las calles de San Telmo comenzaron a poblarse de fieles. Pese a las distintas edades y características, se fueron envueltos por el mismo halo pulsional. El fuego sigue fuera de control y ahora, en ascenso.

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