UN DIA EN LA JUNGLA

Boca eligió autoridades luego de cuatro años. Lejos de ser un mero acto eleccionario, estar en La Bombonera ese día fue meterse en la jungla política xeneize.

Durante meses en Boca, aún con la disputa del torneo local y la Copa Argentina, la fecha estaba marcada. El 6 de diciembre era un día clave, y fueron demasiados los que depositaron ahí su mirada. Hubo festejo local por partida doble (más allá de los incidentes y los pésimos arbitrajes en el medio). Pero luego de varios días de silencio deportivo, había que votar.



Los candidatos eran tres. Daniel Angelici, el presidente en ejercicio. Resistido, discutido y odiado en proporciones similares. El que echó a Bianchi y ocasionó la salida de Riquelme. El que provoca constantemente, llegando al punto de querer abandonar La Bombonera en pos de unos petrodólares. Otro es José Beraldi, ex dirigente que goza de la simpatía del actual mandatario y funciona más bien como "lista colectora". Ambos ya se han profesado mutuo cariño y prometieron trabajar juntos. El tercero es Amor Ameal, presidente anterior al triunfo de Angelici en 2011. Asumió como vice de Pompillo tras su muerte y su "superavit récord" no le permitió perdurar ante la aparición de Mauricio Macri apoyando a su delfín.



El día para este cronista arrancó tarde, el acceso a La Bombonera fue alrededor de las 16 hs. Esta vez no hubo que sortear controles ni evitar algunos accesos, por lo que ingresé por un sector que habitualmente me está vedado. Voté rápidamente sin problemas. El trámite era simple y bien organizado. Había dos carpas llenas de mesas, en las que convivían entre cuatro y seis personas encargadas de controlar a los votantes y dar acceso a una pequeña cabina con las tres boletas. En cuestión de minutos, ya estaba todo resuelto.

Previo a eso me crucé a los personajes itinerantes que se llevaban los flashes. El Patrón Jorge Bermúdez andaba dando vueltas y dejándose mimar por cientos de hinchas que le dificultaban seriamente el paso. Vestido con la camiseta número 2 de la consagración continental de 2001, lograba su propósito de remitir a tiempos felices. Logré darle la mano y desarle "suerte", ante la imposibilidad de exteriorizar alguna otra frase más coherente. Me devolvió una mirada firme y serena, que dejaba entrever una leve sonrisa. La tomé como una mirada de certeza, propia de un caudillo. A pasos de él, saludé a Mario Pergolini, candidato a vicepresidente de Ameal y compañero del ex jugador colombiano. Hubo tiempo de ver a Aníbal Matellán (de la misma lista), a Raúl Cascini acompañando a José Beraldi, al propio Amor Ameal e incluso a Diego Soñora, ex jugador de una generación anterior.


 

Curioso fue encontrar a personajes como Leopoldo Moureau y al ex candidato a vicepresidente de la nación, Carlos Zannini. No se les conoce adhesión pública a los candidatos, pero son presencias que no pasan desapercibidas. Ninguno de los dos parecía contar con una protección especial, contrariamente a José Beraldi, que además de estar secundado por Cascini, tenía varios muchachos fornidos a su alrededor.



Luego de explorar las carpas y suponiendo que no había mucho más por descubrir, ingresé al club y revisé por twitter las novedades y declaraciones que me estaba perdiendo debido a mi estaticidad. Me percaté de que era posible ingresar a La Bombonera para sacar fotos un breve lapso de tiempo. Aproveché la oferta, sin dejar de preguntarme cómo es que el presidente que pretende jubilar dicho estadio se encarga de promover sus bondades y estimular la atracción que genera el mismo.


Entré a la cancha y aproveché esos minutos para llevarme unas fotos de ocasión. Al terminar ese recorrido, no había más opción que salir por otro acceso, imposibilitado de volver a entrar al club. Al hacerlo, me dispuse a irme, pero leí en las redes sociales algo que me frenó: Juan Román Riquelme daba a conocer (con sus formas, a través de terceros) que se estaba dirigiendo a votar al club. Semejante anuncio cambió los planes. Di la vuelta y volví a ingresar.


Para cuando pude hacerlo, ya eran muchos los alertados. Unas cincuenta personas estaban fijas alrededor de la mesa 54, esperando al ídolo. Pese a los pronósticos, cerca de esa área me crucé con el otro candidato, el de menor afinidad al jugador: Daniel Angelici finalmente se dejó ver por esa zona, cuando no se habían tenido noticias suyas desde que a la mañana se había mostrado con Carlos Tevez, su principal slogan de campaña.


Minutos más tarde, llegó El 10. Se revolucionó la carpa, y unas 150 personas se vieron desbordadas por las pasiones: La propia y la de sus laderos. Riquelme casi no podía avanzar. Iba con una gorra y un mate, rodeado de un par de protectores que intentaban ponerlo a salvo del amor desenfrenado. Fue imposible sacar una foto clara o filmar el momento, dado que la estabilidad en ese momento era una palabra meramente decorativa. En ese lapso sólo hubo lugar para cantos de aliento e insultos a Angelici, que se multiplicaron con fuerza.


Luego del caos, volvió la paz. Hubo algunos mínimos cruces y algún amago de reacción, pero quedó ahí. La jornada electoral estaba apagándose y no era cuestión de hacer estallar el equilibrio que tanto costó sostener durante el día. Los miembros de las agrupaciones son socios hace mucho y se conocen bien, en la mayoría de los casos. Las broncas, pasan por otro lado, más bien alejado de los cruces sin sentido. Ahí, tras el telón bajado ante la ida de Román, determiné que mi jornada se había acabado. Fueron un par de horas, pero permitieron comprender la dinámica y la maquinaria que hacen girar la política del club. Ver las charlas, escuchar los rumores, las traiciones, las internas y los planes que se tejen en Boca es un botón de muestra de engranajes más grandes, aunque no debe pensarse que éste no lo sea. Fue una elección récord a la que asistieron 26.136 socios, cifra inédita en votaciones de instituciones nacionales.




Finalmente se consagró Angelici, apoyado fuertemente por los vitalicios y la gente del interior, aunque con otras adhesiones más. Ameal hizo una buena elección, pero los votos de Beraldi (en teoria, opositores), minaron sus chances. El presidente reelecto sorteó con éxito la anulación de algunas urnas, los carnets truchos y la acusación sobre traer socios del interior solicitándoles su voto (vaya uno a saber con qué recursos). Tampoco importó que haya dejado a unos 2000 hinchas fuera del partido consagratorio de Boca contra Tigre o que haya dado de baja al voley por "no ser rentable". Las idas de Bianchi y Riquelme está más que claro que tampoco influyeron.



Me retiré del club con un halo de ilusión. Creí que Román podía haberse equivocado con aquella tendencia de que el oficialismo iba a ganar "porque tenía todo comprado". Como dentro de la cancha, fue extremadamente preciso. Con esa exactitud, murieron las escasas chances de volver a verlo con la camiseta del club y quizás varias cosas más. Pero fue "una fiesta democrática, la expresión del voto popular". Aquello que dicen los que ganan o los que están con el tenedor y el cuchillo a la espera de sacar tajada. Muchas veces, ambas cosas conviven en las mismas personas.

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