CRONICA DE UNA OPERACION

Esta odisea comenzó tiempo atrás. Cuando un fatídico día de noviembre algún golpe venció la resistencia de mi rodilla izquierda. Consciente de lo que supuse solo un golpe, decidí hacerme una resonancia de la dichosa rodilla, así como de mi pubalgia, la que hasta ése momento era mi única lesión. El diagnóstico fue contundente: meniscos rotos. ¿La solución? Operarse. Decidí prescindir de dicho acto por algún tiempo, para no tener que pedir los días en el trabajo, para rendir las materias de la facultad, diversos motivos. Hasta que mi rodilla se puso testaruda, y empezó a hacerse sentir más que de costumbre. Ahí decidí operarme. No fue fácil, lamentablemente no soy Juan Román Riquelme, que si se rompe los meniscos le coordinan una operación y tan solo tiene que ocuparse de memorizar que día le toca e ir al sanatorio. Yo tuve que ir a pelearme con la obra social una y otra vez, para que me dejaran operarme con mi médico, me autorizaran el material y no molestaran con esas clásicas estupideces burocráticas que te suelen molestar.

Llego el gran día. Miércoles 25 de Junio de 2008. Hasta entonces, me permití mofarme de toda clase de situaciones a futuro. Sobre posibles rengueras, discapacidades, sobre agujas y sobre ser abierto por un bisturí. Lo que me permitió burlarme de cosas que en realidad me dan pánico, fue la lejanía con la que veía todo. No era del todo consciente y eso me permitía sentirme alguien externo al acontecimiento.

Llegué al hospital, y para empezar tuve un rato de tensión y nervios por que había olvidado mi carnet de la obra social (soy boludo, acuérdense de ésto más adelante) y llevé uno que venció en febrero de este año. Por suerte, mi brillante treta no fue detectada y logró su cometido: Me dieron mi habitación. De entrada me revisaron , me hicieron bañarme con Pervinox (a pesar de que yo iba bañado, por que soy coqueto hasta para operarme). Después, me puse esos clásicos atuendos de "persona que se va a operar", con la particularidad de que el mío en vez de ser celeste era floreado (si, floreado), pero al menos tuve la decencia de dejarme el calzoncillo.

Me encontré con una habitación para mi solo y con cable, lo cual me alegró entre tanta tensión y nervios. Pasadas las seis y media y ante la nula presencia de mi médico, empecé a notar que no iba a operarme a las siete. Pero para matar la espera, se hizo presente el anestesista, que con cara de buen tipo, hizo retirarse a mis viejos y me sometió a preguntas de rigor, las cuales contesté con chistes, para disimular el cagazo terrible que tenía, aunque no creo que eso haya evitado que lo notase.

Luego de esto se hizo presente mi doctor, y me reclamó mis estudios pre-quirúrgicos, esos que no encontré pero que juzgué como "poco importantes" ya que no me los había pedido anteriormente a la operación.

Esto casi frustra la intervención (¿ven? acá se tienen que acordar que soy boludo) y hasta llamé a mi hermana para que revuelva mi habitación y los encuentre. Finalmente no fue necesario, me llevaron en camilla al quirófano (podría haber ido caminando, pero parece que es un rito que te lleven así) y llegue al dichoso lugar de los hechos.

Me pusieron un coqueto gorro que me cubrió el pelo y me colocaron en la posición adecuada. Allí aguardaban el doc y el anestesista, con varias personas más. A todo esto yo ya estaba desnudo debajo de aquel sensual atuendo floreado, ya que me exigieron quitarme el calzoncillo. Me apretaron los brazos para encontrarme la vena y me empezaron a hacer chistes y comentarios futbolísticos, con la evidente idea de distraerme, cosa que resultaba casi heroica, dadas las circunstancias. El anestesista finalmente me colocó la anestesia y vaticinó que estaría dormido en unos seis minutos. Uno de mis últimos recuerdos fue que uno de los presentes (desconozco su labor, tenía buena onda así que quizás oficiaba de "motivador para cagones") me apretó el brazo derecho, lo que me hizo dudar sobre si era un efecto anestésico o si solo me estaban apretando el brazo y yo somatizaba, cual boludo. Finalmente fue lo segundo.

Recuerdo empezar a sentir el efecto de la anestesia, por lo cual me reí de los nervios, y mi última frase fue "Todavía estoy eh, hasta que no deje de reírme no empiecen".

Desperté cuando me traían a la habitación. Estaba medio dormido, pero hice insistentes esfuerzos en demostrar que estaba consciente. Resulto ser que sí lo estaba, puesto que la mayoría de mis frases eran coherentes, aunque quizás me volví un tanto insoportable. Esto lo descubrí cuando le pregunte a le enfermera si podía tomar Coca-Cola y me topé con un violento: "¡Ya te dije que no!" como respuesta. Me dejaron solo para que duerma, pero me puse a ver a Racing en TV y curiosamente, eso me despertó más que dormirme. Pasado el rato me subieron a una silla de ruedas y me condujeron hasta el auto que me llevó a casa.

Llegue y me tome un té, lo cual iba a ser índice de si podía o no comer algo más (si vomitaba el té, era obvio que no). Me lo tomé, también una sopa y comí un poquito de pollo. Me fui a dormir un rato después, sufriendo por no encontrar una posición que me hiciera olvidar mis dolores.

Hoy me desperté y confié en que todo fuera un sueño, pero no. Los dolores siguen ahí. Al menos con la gamba izquierda inmovilizada, todos los días comienzan con el pie derecho.

Comentarios

*******Lacónica******* ha dicho que…
muy buen relato!
me cagué de risa

falta algún acento, pero no importa

lo pasé muy bien leyendo

saludos!
y que se mejore la pierna y puedas jugar